Nemo: NACIONALISMO Y ANARQUISMO

 

19 de febrero de 1925. Querido camarada Nido (1).
La lectura de la traducción de su artículo en la Rev. Int. Anarchiste de París, parte francesa, No. 4, me da ganas de hablar con Vd. un poco al respecto, — entre nosotros solos. Hay tanta buena voluntad, tantas excelentes intenciones, tanta lógica que diría dogmática, matemática, pero que no es necesariamente humana en todo lo que Vd. escribe, que deploro que nos hayamos dividido de tal modo sobre este asunto. Esta carta no debe más que reemplazar una conversación en que habríamos esclarecido algunas cuestiones menores, desembarazado el terreno — léala con ese espíritu. No trato de quebrantar ideas que le son caras — sólo que ¡deje a los otros sus ideas, si no son agresivas e intrusivas!—y no generalicemos: la generalización, el dogmatismo son la centralizacion la autoridad en ideas, y nosotros debemos rechazarla allí como en todas partes.
Para entrar en materia, Vd. concluye, ensuma, que, como Roma fué destruida, los cinco o seis grandes Estados crecidos sobre las ruinas de Roma deben igualmente ser destruidos y que los anarquistas tienen que estar contentos de ello.
Eso es bueno si se entiende para toda destrucción seria de un Estado; pero ¿dónde se encuentra esa destrucción en el mundo actual? No hay más que un degüello recíproco; el uno se traga al otro, y algunos trozos indigestos vagan aun prestos a ser devorados — esto es absolutamente todo. O bien, hay un puchero roto y los restos sirven aún en espera de una reparación, o se pierden — es más o menos eso lo que se hizo, y no con pucheros de fayenza, sino con seres humanos, en plena Europa y en el siglo XX.
Tomemos la historia: ¿dónde y cómo se han producido la civilización, el progreso (tal como existe, imperfecto, pero inccntestable) ? ¿Es en el África de los negros, donde una tribu, un pequeño reino ha estado siempre junto al otro, en estricta independencia, en hostilidad hacia el vecino, en una palabra como pequeño Estado nacional perfecto, con su pequeño idioma, su pequeña religión (el fetiche local), su gran odio a los vecinos, sus fronteras cerradas, su comercio obstaculizado, etc.? Esos pueblos eran asi aun en el siglo XIX — víctimas de los comerciantes internacionales, árabes primero, luego europeos — y de los mercaderes de esclavos. ¿Tal vez los indios del fondo del Brasil presentan otro ejemplo de semejante estancamiento?
No, la civilización se ha producido allí donde se ha podido respirar, donde los puedlos se han entendido — por la colonización, como los griegos, fundando ciudades, por un internacionalismo de la convivencia, que los romanos y los déspotas delAsia han exagerado, es verdad, por una conquista que asimilaba mecánica y forzosamente a los pueblos. Pero la idea sana, saludable, progresiva, humana, fué siempre la de un gran territorio, reuniendo las diversidades locales que se completan mutuamente. La cuenca del Mediterráneo fué una unidad económica muy sensata, las grandes aglomeraciones de territorios del Asia meridional (Persia, Mesopotamia, Asia Menor —; los judíos orientales) fueron otros. El progreso se ha hecho en esa base amplia y que fué única hasta entonces: es por eso que se ha hecho del todo. Sin eso, sin ese internacionalismo y ese entremezclamicnto de las razas, de los espíritus, de los productos de la tierra, del subsuelo y de la industria, se habría permanecido en el estado sin historia que precedió a esa época, estado en que unos siglos más tarde la historia del pasado se olvidó, se borró, como ocurrió precisamente con los pueblos de África y de Oceanía (Polinesia) hasta el siglo XIX en que (se observó y estudió bien eso) la historia aquí es la memoria de los pueblos, y se extinguió siempre al fin de dos o tres siglos, después de un cierto número de generaciones.
En una palabra, estaríamos aún allí, sin ese internacionalismo griego, fenicio, persa — que los romanos exageraron más tarde, degradaron, redujeron al absurdo por la idea egoísta de ser el pueblo nacido para dominar y explotar el resto del mundo.
Esta demencia ha debido producir la caída de Roma, pero la reacción contra el monopolio de Roma ha sobrepasado la medida—como en 1918—, no se ha hecho más que romper, se ha roto el puchero en trozos y se ha imaginado ingenuamente que esos trozos, restos de un puchero, serían cada uno un pequeño puchero muy útil. ¡Un niño que rompiese un vaso, dando por razón que creía así poseer dos o más vasos en lugar de uno solo, haría un razonamiento semejante! La historia de los primeros cinco o seis siglos de la edad media ha mostrado que eso no habría debido hacerse así — los restos de la Roma quebrantada se han visto absolutamente impotentes por largo tiempo para crear algo que valga; han sido ignorantes, analfabetos, habiéndolo destruido todo en instrucción, en arte, en conocimientos técnicos; después de haber derrochado el botín de Roma quedaron terriblemente pobres y perfectamente arruinados; con eso se volvieron enemigos unos de otros, matándose y devastando las tierras.
Naturalmente no han sido libres un solo instante — aparte del rey nacional, existía, creado por las guerras constantes, el feudalismo horrible — y las guerras establecieron una jerarquía entre esos países de los cuales los más débiles se sabían las presas seguras de los más fuertes. Existían entonces dos potencias internacionales, la iglesia y el comercio, que agregaban a las cadenas nacionales y locales, ya pesadas, sobre los pueblos, las suyas.
El solo desenvolvimiento que llevó de nuevo a una civilización capaz de avanzar, fué la agrupación de esas cantidades de pequeños países en unidades naturales de proporciones que permitían respirar y también que permiten a los territorios menos o no favorecidas por la naturaleza avanzar igualmente — y eso solo puede producir una humanidad capaz de progreso, porque disminuye la inferioridad de esos desheredados. Si hay en unpaís una raza rica y dominante y una raza sometida y pobre, la vida de corte y de placer de esos ricos puede ser muy cuidada, artística, etc., pero el progreso no se difunde — ejemplo: los despotismos asiáticos en todo el mediodía de Asia, de las Indias al este. El progreso exige una medida lo mayor posible de igualdad, y esa igualdad, siempre muy preciosa, es favorecida cuando las partes ricas y pobres (por naturaleza) de un país están unidas: sólo así puede crearse un sentimiento cívico y humano entre los habitantes.
En una palabra, nada más natural que la evolución de Estados proporcionados a los confines naturales de un grupo de dialectos aparentes que unen poblaciones entre sí, formadas en la edad media, después de los siglos de amorfismo en que la libertad no tuvo nunca el menor rastro. Asi Iberia, la península hasta los Pirineos, — Francia hasta los Alpes y su continuación, el Jura y los Vosgos, — Alemania desde allí hasta los grandes bosques polacos y lituanianos — Inglaterra en su Isla, — los Balcanes — Rusia — Italia — Escandinavia.
En cuanto a los pequeños Estados, los que han sobrevivido a esas numerosas amalgamas, han vivido gracias a condiciones locales e históricas excepcionales, que podría discutir para cada país si fuera preciso. Pero es evidente que no han disfrutado nunca de una independencia seria — han sido tolerados por los grandes Estados por diversas razones, su envidia mutua y otros motivos, pero nunca por generosidad, y no se tiene más que examinar la historia de cerca para ver que siempre han constituido y constituyen una parte de la esfera de infruencia tácitamente acordada a uno de los grandes Estados. Por ejemplo, Vd. conoce la alianza de cinco siglos que une a Portugal con Inglaterra; Vd. sabe que Suiza disfruta de la protección secular de Francia, etc. La independencia de los pequeños Estados como la de un Estado cualquiera ha sido siempre una pura ilusión; un Estado entre Estados es el bandido armado entre bandidos armados, con los cuales se arregla, a los cuales presenta buena cara, si le es preciso, pero que acechan su debilidad y le amenazan, como los acecha y los amenaza él; — si resbala, si muestra una debilidad, es devorado, como los lobos devoran en el acto a aquél de su manada a quien mata una bala de cazador. Decirnos que un pequeño Estado vale un poco más que un gran Estade es, en mi opinión, ignorar (dejar a un lado, no ver) la esencia del Estado, que es antisocial, puesto que toda división crea intereses diversos — queel federalismo por sí solo no reune nunca seriamente Si se rompe un puchero, aunque los restos se "federen": es siempre un puchero roto, compuesto, que nadie me convencerá de preferir a un puchero íntegro. No rompa, pues, los pucheros, y no habrá necesidad de repararlos. El federalismo, es la reparación, — un mísero sucedáneo del internacionalismo, la convivencia, la solidaridad natural de los hombres.
Si Vd. examina la historia de cada país de cerca, encuentra esa parte de la historia sobre la cual se desliza uno muy a menudo, no prestándole atención, que muestra que los países actuales se componen todos de un número con frecuencia muy grande de pequeñas unidades territoriales durante mucho tiempo independientes, después autónomas, luego absorbidas de mil modos, pero inevitablemente, por las unidades mayores. Sólo los  especialistas sabrían denominarlas hoy, ¿Las deplora Vd. todas, las reclama todas? Son los "legitimistas" los que hacen eso, y sus reclamaciones son fútiles, puesto que antes de su Estado "legítimo" de otros tiempos hay s'iempre otro que "tiene derecho" más antiguo — y cada territorio pertenecería así en realidad al hombre antediluviano. Es preciso, pues, enterrar esos Estados desaparecidos (y como anarquistas nos tiene que ser fácil y agradable pasar sin ellos) y es lo que han hecho la mayoría de los habitantes de todos esos países. Entonces, ¿por qué se empeñan algunos en poner el mundo a sangre y fuego, en crear la ruina actual, ruina física, intelectual, moral, material de grandes partes de Europa para satisfacer su "legitimismo", entregándose sin freno a su atavismo?
Eso es, según mi opinión, un acto antisocial por excelencia que ha destruido la poca solidaridad y convivencia humana que se había creado ya y es un acto que procede manifiestamente del egoísmo más ávido y acaparador. Porque, observe bien ésto, NINGUNO de los países o territorios separatistas de Europa ha sido impulsado por algún sufrimiento económico — TODOS son, al contrario, partes ricos y que poseen riquezas naturales que les dan riqueza y privilegio económico (que aumentaron más aún por las anexiones nuevas desde 1918-19 y aun después): quieren disfrutar solos de sus riquezas naturales locales; — dicen a los demás de quienes se separan: "que se mueran de hambre" (lo han dicho — los tchecos lo han di cho a los vieneses). Por tanto permítame que como socialista, anarquista y hombre, no vea en eso más que un burguesismo intensificado; un sentimiento antisocial que no habría creído posible enotro tiempo, una crueldad deplorable cuyas victimas, arruinadas, desesperadas, muertas no se cuentan en Europa.
Vd. no ignora que Tchecoeslovaquia, al separarse, se ha llevado el carbón, el hierro, la industria textil, la tierra arable en cantidad preponderante, desproporcionada, de la antigua Austria, y eso anexionándose más de tres millones de alemanes y ungran número de húngaros y polacos. Y Yugoeslavia se ha llevado partes fértiles de primordial importancia de la antigua Austria-Hungría (pobladas en gran parte de alemanes anexados, con todo el litoral del Adriático, salvo lo que ha tomado Italia, dejando al Austria presente sofocarse sin el menor puerto de mar cuando todos los puertos adriáticos habían sido llevados a su altura por el esfuerzo común del antiguo país.
Pasemos a Rusia — esa nueva Estonia, Latvia, Lituania, del litoral del Báltico, están orgullosas por prohibir a Rusia el acceso al mar, barrera de dificultades administrativas ue toda suerte, que perjudica al productor ruso tanto como al consumidor extranjero de sus productos. Y los países tan ricos en petróleo y en minerales del borde del Mar Caspio y del Cáucaso, habrían querido irse para monopolizar ellos solos, es decir bajo la égida inglesa, esos productos: petróleo y minerales útiles e indispensables a toda Rusia. Y la nueva Polonia, toma una gran parte del suelo arable que servia a toda Alemania, lo mismo que una buena parte de las minas de la Alta Silesia, — toma Vilna a los lituanos, Lemberg a los ukranianos, trata como parias a los rutenos blancos y a los ukranianos anexados; en una palabra, Vd. vera en la Europa central y oriental llagas antiguas, cicatrizadas desde hace siglos, vueltas a abrir brutalmente y en las cuales se hundió de nuevo cuchillo; por una media docena de cicatrices hay ahora una treintena de llagas abiertas.
Pero no es necesario que me detenga sobre este asunto.
Vd. puede decir muy justamente que yo ignoro el problema catalán y necesariamente no lo conozco por experiencia propia. Pero creo saber, sin embargo, que Cataluña es la parte más industrial [y] comercial de España y que no es llevada por la miseria a desear su independencia. Le beneficiaría económicamente el que su presupuesto y el de las partes pobres de España, como Galicia, no se hubiesen confundido. No crea Vd. que supongo que todos los catatanes están animados de esas consideraciones egoístas, que se desinteresan de lo que será de las partes menos favorecidas de la gran península. Pero el separatismo, el nacionalismo es forzosamente egoísmo, una restricción del sentimiento social que de una gran unidad se localizó en un territorio reducido.
Por lo demás, Vd. no ignora que el más hermoso nacionalismo es impotente si no se convierte en el juguete o en la apuesta de alguna gran combinación de intereses, sea de grandes Estados sea de los reyes de la finanza y otros. Entonces triunfa. Antes de 1914 Finlandia pudo protestar contra la tiranía rusa, el Cáucaso lo mismo: se tenía necesidad de la Rusia zarista y se hizo el oído sordo a sus víctimas. Después las cosas variaron — Finlandia, los Estados del Báltico debilitaban a Rusia, la separación del Cáucaso la amenazaba con carencia de productos indispensables, entonces se favorecieron esas separaciones, hechas en un abrir y cerrar de ojos. Y nadie pensó ya en Polonia sino para debilitar a la vez a Rusia y a Alemania y acabar de desmembrar al Austria; su reconstrucción fué pronto improvisada. Y asi ocurrirá con Cataluña — en una época Francia ha podido favorecer su separatismo; ahora, con el Marruecos francés, Francia se guardará bien de separar a España, a quien considera un puente entre Francia y el Norte africano francés y a quien cuenta aglomerarse un día en bloc. Pienso, pues, que el porvenir del separatismo catalán es bastante sombrío.
Es preciso hacerse a la idea que nada se hizo aún en el mundo por esa generosid que nosotros soñamos y aspiramos, todo es hecho por la gran política, los intereses, el egoísmo. Razón de más para los políticos y la prensa, para decir lo contrario. predicar, hacer el reclame del nacionalismo más puro y desinteresado. ¿Somos nosotros los que debemos caer en esa trampa — y son anarquistas templados y probados como Vd. los  que tienen que cantar las glorias de ese nacionalismo que es el velo iras el cual todos los intereses capitalistas y estatistas desencadenan las guerras, y que es el medio más seguro para perpetrar los odios? Nacionalismo y fascismo, son padre e hijo, pero nacionalismo y anarquía, eso es como la muerte y la vida — tal como yo veo las cosas aquí en pleno infierno nacionalista y fascista europeo. Vd., como idealista catalán, que sueña con las bellezas de Jacinto Verdaguer y una dulce federación con los Felibres de Mistral, Vd. no ve esas cosas de cerca, y en Europa han adquirido un aspecto terrible desde que Vd. no está ya en ella; yo estoy aquí en la contienda, en el país que el nacionalismo habla condenado a morir de hambre y en que los suicidios y la desocupación aumentan de semana en semana. Es de eso, de esas consecuencias del nacionalismo triunfante hoy de lo que se trata ahora en Europa — y no del nacionalismo inofensivo y dulce de los amigos del Felibrigo provenzal, del druidismo bretón, de los eistedfon galos, cantores de un pasado lejano que viven en la leyenda. Amo mucho esas tradiciones, pero ese nacionalismo se relaciona con el nacionalismo como un juguete de niño con un cañón de asedio.
Por esa razón Vd. está respecto a mi en esa cuestión, en la posición que yo, pensador libre lo mismo que Vd., estaría frente a un Francisco de Asís o de una Santa Teresa que me dijesen las bellezas de la religión tales como ellos la comprenden. Vd. se habrá encontrado frente a creyentes religiosos de buena fe y de bondad personal, con integridad y abnegación perfectas. ¿Qué les ha dicho? Probablemente que son uno sobre 100.000 y que no se puede aceptar 99.999 partes de clericalismo porque haya 0,000,001 parte de santos y de santas. ¿Cuál es el ambiente que no posee algunos idealistas? — por tanto su existencia no prueba absolutamente nada y Vd. comete un error (de razonamiento al exhibir (en el artículo) contra Rocker los "pocos idealistas" que — simplemente por cortesía o manera de hablar — ha declarado existentes en el "separatismo renano". como eso? "pocos idealistas" que existen sin duda en todas partes, en el estatismo, el capitalismo, la policía, el ejército, el clero... sin que por eso hagamos la menor concesión a esos elementos que forman lo que se llama una cantidad descuidable y que se ha convenido en dejar a un lado en las discusiones serias; de lo contrario se haría de la excepción la regla y — como anarquista debe reconocerlo — la tiranía de la excepción sería tan odiosa como la de muchos. No he tomado nunca parte en un movimiento nacionalista, pero he observado bien el nacionalismo en sus diversas fases. Por estudios situados en otro terreno fui observador de los .orígenes nacionalistas de diversos países de Europa, del oriente eslavo al occidente celta, de los esuerzos del renacimiento literario de una lengua casi caída en desuso, del poder vivo que permanece en los dialectos, de la riqueza de las tradiciones, de todo ese conjunto que hace querer a un hombre de corazón su montaña, su valle, su aldea porque siente que la vida secular común desarrolló allí una serie de características únicas que le agradan, que endulzan su vida, como algún hábito favorito.
Si ese idilio es disturbado por la mano ruda de algún factor de uniformación, sea el Estado, el comercio nivelador, una inmigración, etc., entonces hay conflicto — algunas veces el elemento que hace la invasión es incluso de utilidad general, como un ferrocarril, o una carretera que atraviesa una región hasta entonces aislada, pero hay conflicto: los hombres reaccionan de manera diversa — unos se adaptan sin pensarlo, otros sienten rencor, odio y rumian una revancha — y esa revancha es el restablecimiento tarde o temprano del pasudo querida. El nacionalismo no tiene, pues, nada de revolucionario. de progresivo siquiera, es siempre la vuelta al pasado — es como si un hombre maduro desease a todo precio volver a su infancia: lo que le puede ocurrir es que vuelva a caer con eso en la infancia como los viejos — una segunda florescencia es un fenómeno que acaba el agotamiento. pero no un verdadero renacimiento.
Pero al lado de esos orígenes conmovedores del sentimiento local, he debido ver todas las fases sucesivas: un orgullo, un exclusivismo suscitado por ese aislamiento voluntario: luego esa causa inofensiva en pie, sirve pronto a otros fines.
Los Estados presentes, todos rivales, para poder rivalizar desean ser fuertes; de ahi su esfuerzo para caldear el patriotismo de Estado que abarque todo el país. El nacionalismo local choca con ese sentimiento,se desinteresa del conjunto, no piensa más que en su territorio local y considera a sus vecinos en el mismo país como hombres de quienes se desinteresa, a quienes toma por opresores, a quienes odia.
Entonces es evidente que esa descomposición nacionalista de un Estado sirve a los Estados rivales, pues lo debilita: por lo tanto le ponen buena cara. la intriga politica omienza bnin todas sus formas: todo Estado suprime la disgregación en si, pero la suscita y fomenta en el vecino.
He visto eso de dia en día en Europa durante muchos años — he. observado asi en qué grado esas cosas, palpables para los situados cerca, están veladas, disfrazadas por la fraseología y la mentira para un público de un país más lejano, — en qué grado la prensa de todas partes sirve a su Estado y siembra la disensión en los Estados enemigos, etc. En una palabra, sin erigirme de ningún modo en perito — me absorbieron otros trabajos — puedo decir que no soy ya el primer ingénuo llegado en cuestiones de nacionalismo, conozco el teclado, y las bellas palabras, incluso impregnadas de sentimiento libertario, de amor a la justicia. etcétera, no me aturullan.
Pienso, en suma, que un nacionalista es un hombre caprichoso que está dispuesto a ver todo sacrificio. toda puesta a sangre y fuego, para la satisfacción de su amor propio local o de sus hábitos locales queridos y favorecidos. Eso es muy hermoso para ver y si puede hallar satisfacción en la medida de lo posible, me complace que la encuentre y. en efecto, eso ha bastado a millones de buenos hombres que cultivaron su lengua, grande o pequeña, o dialecto, su vida local, etc., y el mundo sería gris y uniforme si no hubiese más que el ingeniero que nivela y no esos hombres que preservan las bellas diversidades.
Pero si el político se coloca allí y dice: nos es preciso un Estado, una expansión, ser dominadores a nuestra vez, una revancha, etc., entonces nace el nacionalismo malhechor, odioso, que pone fuego al mundo sólo para calentar su propia sopa. Ese nacionalismo antisocial, lo detesto como al obstáculo más insidioso al progreso; la iglesia no nos importa ya, el capitalismo se puso al descubierto para todo el mundo, pero el nacionalismo. que es el estatismo, tiene aún eso en los hombres — es el último baluarte de la reacción.
Por tanto, si hablamos entre nosotros, nos entenderíamos siempre, si como simplistas no conocemos más que un fenómeno y una solución. Todos los problemas difieren, no hay soluciones únicas y,por consiguiente, es funesto y malhechor querer aplicarles una solución única, aunque en apariencia fuese la más equitativa. No hay remedio único, ni en medicina ni en nacionalismo. Lo que es preciso es el tratamiento especial de cada problema, basado en el estudio, Vd. se parece al cirujano que. para las heridas grandes y pequeñas o para losrasguños no tiene más que el remedio: amputación; en nacionalismo: secesión. Cuando Vd. conozca los numerosos problemas de la Europa central y oriental como conoce el problema catalán, entonces será útil discutir de nuevo Vd. dice muy bien en el artículo que los alemanes verían con buenos ojos un desmembramiento británico: eso quiere decir que se essiempre llevado a juzgar ligeramente una cuestión lejana, de la que no se conocen más que los contornos vagos. Habiendo habitado en Inglaterra, Francia, Alemania, Austria, etc., conozco muy bien ese sentimiento. Nada fué más fácil para alguien en Londres que decirme: Austria no tiene más que soltar a Bohemia, Galitzia. etc., — y para alguien en Viena que me dice: Inglaterra no tiene más que soltar a Irlanda, el Cap, Canadá, las Indias, etc. — se dice eso muy fácilmente porque no se conocen esos asuntos Vd. y yo, nos entenderemos fácilmente con probabilidad pera decir que Australia y Nueva Zelandia deberían, ser independientes, porque ni Vd. ni yo conocemos la situación y hablamos como teóricos abstractos y lejanos. Vd. hace lo mismo siempre que habla de una cuestión de Europa central — como yo lo haría, si hablase de las aspiraciones catalanas, lo que me guardaré bien de hacer, porque no tengo ningún conocimiento serio sobre lo que pesan en esta cuestión los verdaderos deseos de la población y de sus diferentes categorías: obreros, campesinos, industriales, mercaderes. armadores, propietarios. etc.. — ni en qué grado la política francesa tiene mano en esa cuestión. — ni en qué grado esa casta de políticos y de burócratas existe ya en Cataluña, a los cuales les hace falta un Estado propio como les ha sido preciso a los tchekos para su superproducción de empleados y políticos. En una palabra, no sé si ese asunto vaga aun por las nubes puras de los idealistas o si entró ya en las realidades sórdidas de la política práctica — y no conozco los hombres salientes. los jefes, ni sé siquiera dónde está Lerroux v compañía. Mi opinión, pues, seria puramente platónica, académica, sin alcance — y le digo (sin rencor, créame) que sus opiniones sorbre los demás problemas nacionales sufren igualmente por esa ausencia de conocimientos directos, de todo valor práctico.
A mi puede sin herirme en modo alguno, hacerme "la ofensa moral" de "creerme onuestn deliberadamente a no importa qué desmembramiento do Alemania". Lo soy deliberadamente (y Rocker le dirá su propia opinión). No quiero que se me corte uno de mis miembros y no quiero tampoco que el terreno por donde circulo sea disminuido. Si habito una casa amplia, no deseo ser reducido a no habitar más que una habitación desnuda o una pocilga y ver el resto del país yéndose en el "desmembramiento". Habité hasta 1918 en la vasta Austria-Hungría, pais sin frontera interior, y viajé por toda la Europa central y occidental sin tener necesidad de pasaporte, sin formalidad alguna — hoy las fronteras se levantan a aleunas leguas de Viena y no son franqueadas más que con pasaportes en orden, etc., y lo mismo en Alemania, donde incluso el territorio "polaco" separa el Este del centro y al oeste tenemos la ocupación extranjera. Entonces, ¿a Vd. le parece que hay que aceptar ese estado de cosas que es la vuelta a la edad media el triunfo del burocratismo y del despotismo?
Vd. habla a Rocker de los "viejos grupos históricos ne constituven los Estados de Baviera, Bade, Westfalia, Hanover, etc.", y que habría que tomar por punto de partida y fin de una "reorganización libertaria". Vd., el anarquista, que ha defendido tan valerosamente a Ferrer. Vd considera un "Estado de Baviera" como una "reorganización libertaria"'... Pero ante todo, ignora Vd. verdaderamente que, por ejemplo, ese Estado de Baviera no ha cesado nunca de existir desde hace más de mil años — y que Alemania, que se compuso hasta fines del siglo XIX de varios centenares de pequeños Estados casi autónomos, se compone desde entonces de mas de una treintena de tales Estados y ciudades libres — que tienen siempre, y hoy más que nunca, unmáximo de autonomía, que no existe en ninguna parte de Europa — exceptúo los cantones suizos sin que pueda comparar sus constituciones en este momento —, posee una parte de un gran (o pequeño) Estado respecto del conjunto del Estado. ¿Conoce Vd. las constituciones de los numerosos Estados de Alemania? Tal vez no, pues las reclama como una finalidad a alcanzar aún. Pero Vd. nombra también a Westfalia: ¿de dónde toma a Westfalia? No hubo jamás un Estado alemán llamado Westfalia, nunca, y nadie reclama tal Estado. Lo que hubo, es que durante su conquista militar de grandes partes de Alemania, Napoleón I desmembró él mismo este país, para hacer un reino para su hermano Jerónimo, a quien hizo rey de Westfalia — como hizo a José rey de España. Vd. no reclama, sin duda, que por eso Francia debe reivindicar a España. ¿por qué, pues, querer que los revolucionarios alemanes se resignen a ver esa Westfalia de Napoleón I restituida — y eso como "reorganización libertaria"? ¿Somos legitimistas o somos anarquistas? Me asombro aún de verle hablar del espíritu radicalmente avanzado de los movimientos separatistas cuando eso culminó en los regímenes más reaccionarios y odiosamente brutales que conoce Europa — en Mussolini, quintaesencia del nacionalismo, en los regímenes del martirio de innumerables comunistas en las prisiones de Yugoeslavia, de Rumania, de Tchecoeslovaquia. de Polonia, en las ejecuciones horribles y numerosas recientes en Estonia, etc., y en las masacres de millares y millares de personas en Finlandia. No soy comunista y detesto el bolchevismo como Vd. sabe. Pero sé que en esos países (y en Lituania y Letonia) no hay verdaderamente anarquistas o hay un número mínimo, menos que mínimo, que no levanta la voz, por decirlo así; por consiguiente se pueda comprender que el comunismo atrae a los hombres activos del proletariado y hacen eso con riesgo de , su vida; — se ha disparado sobre ellos esta semana misma en Eslovaquia, — se descubre su imprenta secreta en Croacia; — Vd. habrá leído los horrores en Estonia, donde por una palabra de desafío dicha a un miembro del tribunal el aco sado fué llevado y condenado a muerte y fusilado: — ¡muéstreme otra cosa que el burguesismo-estatismo más cruel dominante en estos países surgidos de los movimientos separatistas!
Vd. no ignora tampoco que en esos países que cree avanzados, las cuestiones nacionales son más cruelmente manipuladas que nunca. Puede ocurrir que el martirio de los alemanes anexados, en esos países, varios millones, pese poco para Vd.: porque Vd. lo ignora probablemente. Los periódicos apenas le habrán hablado del centenar de alemanes de Bohemia fusilados por los gendarmes o soldados tchecos. Vd no habrá tenido noticia Je las medidas para italianizar a los tiroleses alemanes anexados — medidas que sobrepasan lo que Vd. cuenta (en otro articulo) de los polacos de otro tiempo en Prusia: esos polacos desde enton ces han tomado ya su revancha sobre los alemanes anexados por ellos y la toman aún — de suerte que la deuda les ha sido pagada y la cuenta está balanceada. ¡Si Vd. supiera solamente lo que ocurre!
Pero aparte de eso, no tiene más que observarlos entre sí: los polacos quitando Vilna a los lituanianos — es verdad que los lituanianos se indemnizan quitando Memel a los alemanes. Y lituanianos, rutenos blancos (Bielorusos), ukranianos, alemanes y judíos sen los parias de la nueva Polonia. Y los eslovacos están en profundo descontento de los tchecos que les imponen su lengua y su burocracia — y Vd. conoce la situación de los croatas en lucha encarnizada contra los serbios — y ios eslovenos, lo mismo que los macedoniosson enemigos de los amos de Belgrado. Y Vd. noignora los sufrimientos de Albania, a quien Serbia, Grecia e Italia están siempre dispuestas a devorar. Vd. ha visto a Grecia perpetuar la guerra con Turquía en Asia Menor hasta ser sólidamente derrotada. En una palabra, ¡muéstreme una pulgada de territorio en que los nuevos Estados no hayan hecho mal, crueldades insolentes!   (2).
(1) Creemos oportuno reproducir esta carta de un viejo escritor anarquista al camarada Enrique Nido, muerto el año pasado; Nido pensaba recogerla junto con otros escritos polémicos en torno al nacionalismo y al federalismo. Séanos permitido recomendar la lectura de este documento a todos aquellos que no ven claro en la cuestión peligrosa del nacionalismo y (pie se sienten inclinados, sea a menospreciar sus alcances, sea a dejarse arrastrar por las pasiones nacionales.
(2) Hoy mismo, al revisar esta curta, no sólo puedo constatar que nada ha cambiado en este estado de cosas deplorable, sino que todo ha empeorado y que salta cada vez más a los ojos de todo el mundo que al querer curar un mal peque ño se ha inflingido un mal centuple —, hoy mismo leo el articulo del señor Lloyd George, uno de les cuatro autores principales de los tratados de 1919, publicado el 20 de febrero de 1926, donde dice que en 1919 (en la conferencia de París que dictó los tratados) "en la mayor parte de los casos se establecieron las fronteras de acuerdo a los materiales sometidos por las partes interesadas. Pero en caso de duda se decidieron naturalmente en favor de aquellos que habían sido sus amigos en la guerra. Eso condujo a errores que ahora se muestran a la luz del día... Así ese hecho es constalado públicamente por uno de esos autores. Un caso de los más conocidos y elucidados desde hace mucho tiempo por las publicaciones documentales es el de los delegados tchecos que presentaron a esa conferencia datos notoriamente falsos sobre la proporción numérica, etc., del elemento tcheco y alemán en Bohemia; se sabe que ningún alemán o austríaco fué admitido a una discusión contradictoria entonces y que las decisiones tomaron por base esos materiales engañadores, porque fueran "amigos en la guerra".
He ahí un pequeño ejemplo de cómo se hacen en ¡a vida real las realizaciones nacionalistas; no vivimos en el dulce país de los soñadores nacionalistas de antaño, sino en aquel en que se dispara sobre el disidente en cuestiones nacionales, sobre el comunista y en ave se tiraría mas sobre el anarquista si se presentase. Pero allí donde el nacionalismo arde, no prosperan más que fascistas y comunistas y una masa aterrada que se achata para que se le deje en paz lo más posible por unos y otros. Se está en la edad media y más atrás aún y la anarquía, aspiración generosa y dulce, se ahogaría en esos miasmas.
..."Como habría que calificar a las gente que han integrado en el nuevo Estado tcheco—3 1/2 millones en base a memorias falsificadas?" he ahí lo que se ha pronunciado en el parlamento tchecoeslovaco de Praga el 18 de febrero de 1926, refiriéndose a los documentos de 1919.
Источник: La Protesta. Suplemento Quincenal. Buenos Aires. 1927. 28 de Febrero. No. 258. P. 42-46.
 
En todos esos Estados los socialistas parlamentarios se han convertido en nacionalistas-estatistas-dom'inadores, que marchan mano a mano con los burgueses, o bien no son nada, impotentes, nulos. Los comunistas son activos, son cruelmente perseguidos. Los anarquistas se han hundido en 1918-19 en el nacionalismo y han vuelto muy pocos; — si hay aqui y allí algún impreso anarquista en uno de esos países, apenas se ve y no influye verdaderamente nada: una docena de hombres no se hace oir cuando son millones los que aceptano sufren el nacionalismo triunfante.
No insisto sobre el hecho que la política exterior muestra todos esos Estados servilmente sometidos a Francia o a Inglaterra y hay aun mil intrigas por y contra Italia: son "perros de guardia" soltados contra Alemania, Hungría y Rusiay el militarismo está en su colmo— las finanzas extranjeras tienen su mano en todas partes — en una palabra, por mal que se esté en uno de los países vencidos, por nada del mundo quisiera yo vivir en uno de esos nuevos países desgraciados que se dicen vencedores, y de los cuales compadezco a los habitantes individuales que son impotentes y presa del estatismo, del militarismo y del nacionalismo triunfantes. Esto deberla mostrarle también que su observación a Rocker: "¿Qué importancia puede, pues, tener para un anarquista la nacionalidad de los monopolizadores?" no será nunca aceptada por mí. Si Vd. prefiere que el go bierno de Barcelona, de Cataluña sea catalán, está en su pleno derecho, que yo no refuto en modo alguno; pero, por favor, ¿por qué pedir entonces a ios alemanes que les sea indiferente que Renania (para emplear esa palabra ficticia que no ha correspondido nunca a ninguna realidad histórica) esté sin gobierno extranjero o bajo un gobierno extranjero (consistente en criaturas a sueldo del extranjero) y sostenida, por ejemplo, por soldados negros? Eso desagradaría profundamente a casi todos los habitantes y eso debe bastarle. Si Vd. tiene el derecho y el deseo de ser catalán, ellos tienen el derecho a querer ser alemanes e incluso el anarquista puede ser "cocido en su propia salsa", sea catalán o alemán, y puede serle desagradable ser cocido en una salsa francesa, — co-mo en otro tiempo el rey José desagradó al pueblo español entero, aunque el rey Fernando VII que le sucedió no valia más — ya quien, ¡ironía de la historia!, han tenido que acudir los franceses a consolidar en su trono diez años más tarde, cuando Riego fué ahorcado en una horca muy altapero ¿qué significa todo eso frente al martirio general de nuestros días?
Me detengo, pero hablemos aún un momento de las organizaciones libres de la edad media, de las cuales se complacía tanto en hablar Kropotkin — de esas ciudades libres y federaciones de ciudades. Pienso siempre que Kropotkin ha sido fascinado por ese fenómeno y lo ha exagerado; se lo he dicho. Esas ciudades libres no fueron más que raras excepciones, como las flores raras lo son, y crecieron gracias a una posición favorecida, a menudo muy antigua, y a un monopolio, una antigua riqueza — vivían en un gran territorio sometido a ellas o a los feudales y se aprovecharon de la paz, de la prosperidad relativa que les procuraba tedo el país de que formaban parte. Eran, pues, flores de lujo para las cuales un número muchomayor de hombres obscuros, campesinos y pequeñas ciudades, trabajaban y permanecían pobres y se batían para defender el país entero. Fueron más bien productos extra-sociales, substraídos a la vida general, como una bella cortesana que no tiene más que hacer que atender a su belleza, o como un burgués bien alimentado, deportista, etc., que presenta una figura rolliza diversa de la del "sucio obrero" y del "estúpido" campesino. Las artes, el lujo, el estudio también (como en los concentos — otro organismo extrasocial) pueden prosperar en tales circunstancias y no niego que eso sea hermoso — pero no es social y, puesto que el resto de un país es descuidado en beneficio de esos privilegiados, eso no persiste y el verdadero progreso no comienza más que cuando el pueblo entero pudo decir su palabra, lo cual no hizo más que con los grandes países que se afirmaron después de la edad media. Sólo entonces fué el pueblo otra cosa que un estercolero para hacer crecer algunas orgullosas ciudades libres, algunos con ventos y algunos castillos de caballeros, con trovadores y cortes de amor.
Por tanto el advenimiento del Estado en el siglo XVI no fué en ese grado un acontecimiento reaccionario, como creemos muy a menudo, si lo encaramos desde el punto de vista del progreso de la humanidad entera. Fué la reacción de la masa de la humanidad contra algunos privilegiados, iglesias y ciudades de quienes dependía todo el resto. En marcha hacia la constitución de la humanidad, hacia el internacionalismo ilimitado, incluso los Estados marcan una etapa superior al sistema salvaje medioeval que clavó al hombre a su localidad, lo sometió a su jefe local y le cerró el resto del globo. Fué preciso conquistar la libre circulación sobre el globo por medio de luchas duras y en 1914 casi había sido alcanzada — en 1925 estamos, en Europa, otra vez en la jaula de los "Estados-prisión", como Bakunin los llamaba.
Por tanto, como del agujero en que había que pasar la vida en la edad media, se ha salido al menas al territorio, a la región que ofrece el gran Estado, el camino de la evolución conduce—según mi opinión — hacia el globo libre, y no hacia atrás, hacia la prisión nueva de los pequeños Estados nacionalistas que no piensan de ningún modo, camarada Nido, en federarse armoniosamente, sino que están hinchados hasta reventar de ambiciones, de codicia, de nueva expansión y que no meditan más que en engañar y "rodar" uno sobre el otro, en hacer posible que alguno de ellos dé un paso en falso para aprovecharse, etc.
Del desmembramiento de los Estados de que Vd. habla ligeramente y que no tiene nada que ver con la abolición del Estado por una masa libertaria consciente — no saldrían, pues, más que nuevos organismos ultra-estatistas, de un autoritarismo verdaderamente sádico; no serían más que Estados-llegados, nuevos Estados, el equivalente de los nuevos-ricos que podría observar en loda su fealdad si viniese a Europa.
Vd. piensa y quiere ser generoso — pero reflexione un poco: ¿darla Vd. carta blanca a los clericales porque haya encontrado algunas muchachas y mujeres del tipo angélico de una Santa Teresa? Evidentemente que no. Entonces no desencadene el nacionalismo, porque sea bello en las poesías de algún soñador catalán o provenzal,amante de su pais soleado que difiere — vivan las diferencias, las diversidades, los matices! — de los países más duros, el centro de España, el norte de Francia, a quienes está ligado.
Somos intemacionalistas, ¿no es verdad? y nuestras ideas nos hacen aspirar a esa alianza intima de la libertad y de la solidaridad que en sus matices infinitamente variados creará esa múltiple anarquía o esa vida verdaderamente libre que es nuestro ideal. Entonces sólo sera posible el federalismo que Vd. quiere con razón, pues no se pueden federar más que hombres y grupos desinteresados. No se pueden federar nunca seriamente Estados, y hasta Estado-expasión y federación-solidaridad se excluyen uno al otro.
Si Vd. busca una solución que fuera realizable antes que el socialismo y la anarquía se hayan realizado, vea los Estados Unidos de América del Norte, donde desde el Atlántico al Pacífico no hay más que barreras — están infinitamente más aproximados a un internacionalismo serio que el centro y el este de la Europa desmembrada de nuestros días y que Vd. desmembrarla más aún. Desde New York a San Francisco va directamente — desde Roma a Petersburgo encontraba un solo país extranjero, Austria — ahora encuentra siete — y todo ha retrocedido en Europa en proporción parecida. ¿Y qué mentalidad estima Vd. más con relación al progreso: la del americano, la del inglés, la del brasileño, la del argentino con sus territorios inmensos para quienes esas cuestiones de nacionalidades, de barreras no existen ya, o la del habitante de algún nuevo Estado que está absorbido en la custodia de ese Estado tan envidiosamente como custodiaría un niño un castillo de naipes que derribará el primer soplo, que no puede servirle para nada y cuya custodia absorbe su esfuerzo sin llegar a un fin serio? Todo eso es infantilismo y los grandes pueblos se burlan de él, pero se sirven de esas ambiciones pueriles — esos pueblos cegados por el nacionalismo, son siempre carne de combate, para ventilar las batallas de los grandes países.
Los anarquistas tuvieron el error de no ocuparse de todas estas cuestiones, porque eso los aliaría a la política práctica — o porque, como Vd., se imaginan un nacionalismo libertario. Es ya lamentable, en mi opinión; no les impulsemos aun más adelante por esos caminos, o sea a cerrar los ojos sobre los acontecimientos contemporáneos, a verlos a través de los lentes de algún nacionalismo idealizado y puro aún, porque se encuentra todavía en estado de embrión.
Su bella Cataluña disfruta aún de ese nacionalismo inocente, inmaculado, virgen, no manchado por el ejercicio del poder. Por favor, no lo confun da con el nacionalismo llegado de nuestros días que Vd. puede felicitarse de no conocer, de no haber visto jamás en su obra de orgullo, de baja venganza y de nueva codicia.
Podría mostrarle líneas escritas por la mano de Bakunin, nacionalista eslavo si lo hubo, donde dice que si los eslavos triunfantes no sabían formar más que Estados en que a su vez se conver tirían en opresores, entonces — dice — "el juego no vale la vela" — previsión y condena en términos expresivos de lo que se hizo desde 1818-19.
He aquí, querido camarada, una larga carta que me ha ocupado las tres cuartas partes de la jornada — y todavía no tengo a mano su otro artículo. Reflexionando bien no sé siquiera si el artículotraducidopor Eromano Sequela, del N°. 118 del SUPLEMENTO ha sido traducido con su conocimiento. Veo que se encuentra allí también su artículo La unidad contra la naturaleza, que no tengo tiempo de leer en este momento. Pero acabo de ver que está tomado del SUPLEMENTO y que lo conozco ya. No quiero volver a abrir la discusión. Yo pido una Europa sin fronteras y sin organis mo estatista INDEPENDIENTE (capaz, o en derecho, de hacer la guerra) entre Moscú y Lisboa, como ocurre en la América del Norte entre New York y California, en Rusia desde Petersburgo a Vladivostok, en el imperio británico entre Australia, el Cap, las Indias, el Canadá, etc. — Si es posible para esas inmensas regiones vivir en paz interior, sin fronteras interiores — será también posible para este pequeño rincón de Europa si solamente se quisiera, y los nacionalistas y todo el que se oponga a ello, obran dé una manera antisocial, dividiendo a los hombres en lugar de unirlos. Federalismo — eso no es ni carne ni pescado — ni frío ni caliente — no hay más que UNION HUMANA ABSOLUTA, sin fronteras, sin ejércitos, sin ninguna independencia para actos hostiles (guerra, guerra de tarifas, maquinaciones, expulsiones, fronteras formales, etc.). Como el Estado de New York, el Estado de Texas, el Estado de California no se hacen la guerra, ¡que sea lo mismo en Europa! Es una base que nos falta en Europa y que se posee en otras partes, también en la vasta Argentina; si de ahí, de esa base, reclama Vd. el derecho de secesión — no le replico nada, siempre que el resto de la unión no vea en ella un daño demasiado grande (por ejemplo, si el Estado que se separa fuera aquel cuyo territorio contiene riquezas naturales, ventajas como puertos, ríos, etc., muy grandes o únicos; en ese caso serían necesarios arreglos mutuos equitativos. En Europa no estamos aún en ese plano y como Vd. podrá ver, si examina la cuestión, en Austria-Hungría y en Alemania esas "secesiones" han causado un mal terrible y continúan causándolo.
Pero bastante por esta vez; Vd. se sorprenderá de esta larga carta; es lástima que no pueda hablarle; habría mil cosas que decir. Si alguna de mis observaciones le llama la atención, pídame explicaciones, no juzgue mis opiniones a primera vista; si no son claras es porque escribo al correr de la pluma y los materiales, las observaciones abundan. No crea que quiero adoctrinarle: no le invito más que al estudio. Lo que veo muy claro, siguiendo desde hace mucho tiempo toda la literatura política, histórica y la prensa de varios países, es que de antemano y deliberadamente nuestros medios de información son muy diferenres, puesto que, tanto como los idiomas difieren también las informaciones históricas y políticas que obtenemos en cada país, sea por la escuela v los historiadores locales, sea a cada hora por medio de los periódicos y de los políticos locales. No dudo que la mayor parte de lo que he aprendido de fuentes extrañas sobre España, Cataluña, la América latina, etc., sea inexacto, sino falso, pero no dudo tampoco que lo que Vd. toma de los periódicos de los países latinos que Vd. lee, sobre los asuntos de la Europa central y oriental, sea igualmente inexacto, si no falso. Vd. sabe que esas falsedades fueron erigidas durante la guerra en arte fino, en supremo deber patriótico y que ese embotamiento de cerebros ha causado un mal inmenso. ¿Cree Vd. un solo instante que eso haya cesado desde 1918," que ahora se pronuncian verdades? No, todo eso continúa hermosamente, hubo la preocupación de introducir los resultados de la guerra tanto por la imposición de los tratados como por el bourrrage des cránes continuado — y se tiene ante sí un nuevo objetivo: preparar la opinión pública para las guerras nuevas, para el desmembramiento de lo que queda aún en pie en Europa.
Entonces, como hombre equitativo y generoso que tiene la suerte de vivir lejos de este infierno, no atice el fuego preconizando en 1925 ese naciónalismo idealizado que desmienten tan completamente la verdadera vida, el martirio cotidiano de los pueblos de Europa.
Le saludo en nombre de la bella anarquía, que es el objeto común de nuestras aspiraciones y que es la única que puede crear un ambiente en que se realizarán todos sus sueños generosos.
 

Источник: La Protesta. Suplemento Quincenal. Buenos Aires. 1927. 15 de Marzo. No. 259. P. 59-60.